Siempre me he considerado amante de la buena lectura. Me gusta leer de todo, adoro el género de terror y de misterio, pero lo que más me gusta leer es género fantástico y de aventuras. Hace poco descubrí que un buen amigo se animó a escribir relatos para el blog de Steampunk Madrid y he de decir que me he convertido en la fan número uno. Sus relatos son intensos, divertidos, apasionantes y enganchan como pocos. Sus personajes tienen tal carisma y personalidad que proyectan una imagen detallada casi al milímetro sin necesidad de una descripción física.
Dichos relatos me inspiran mucho para dibujar. La mayoría de lo que he dibujado hasta ahora son sólo bocetos de algunas de las escenas que más me han gustado; he aquí la única ilustración que he completado (por el momento). Más abajo podéis leer el relato en el que está inspirado, así como el link al blog de Steampunk Madrid en el que se puede leer la publicación original.
(Eric Rohnen)
El viejo caballero se aclaró una vez más la garganta y terminó
su explicación:
-Total, que cuando me quise dar
cuenta, llevaba horas enfrascado en ello y seguía sin conseguir que la vieja
tetera de mi tía funcionara como era debido, ¡pero con todo lo que le había
hecho, al menos ahora servía para preparar unos gofres deliciosos!
El resto de los presentes rió la ocurrencia preguntándose qué
tendría de realidad y qué parte eran imaginaciones del mariscal Stenovic, que
solía pasar días enteros en la sala común del Instituto compartiendo recuerdos
inverosímiles con cualquiera que se pusiera a tiro. En esta ocasión tenía tres
acompañantes, descontando al autómata sirviente de uno de ellos, el cual
esperaba pacientemente de pie cerca de su amo.
-No imaginaba
que ocurrieran esas cosas durante los ejercicios de campo de su regimiento de
fusileros pneumáticos, mariscal. - La alta voz de madame Cherneshevsky, con su
acento eslavo, contrastaba con la vacilante y rasposa habla del militar
retirado. Sus ojos azules se clavaban en cualquiera que recibiera su atención.
-Uy, si yo le
contara, milady. - Volvió a toser con un puño ante la boca. - Un hombre tiene
que hacer frente a los retos allá donde se presenten, y además…
-Me disculpará
si le interrumpo, mariscal, pero me veo obligada a añadir que no sólo los
hombres. - La menuda jovencita de pelo moreno corto y pantalones de taller con
tirantes alzó una mano para acompañar sus palabras desde su sillón, enfrente al
del viejo. - Sin ir más lejos, yo tuve que arreglar hace unos meses el
carrillón del reloj de la torre del ayuntamiento de Módena de prisa y corriendo
con lo que tenía a mi alcance, que era únicamente un juego de levas en su eje y
una reductora de velocidad múltiple.
-Hummm, ¿y
cuál era el reto, señorita Mutti? - El mariscal parpadeó repetidamente al
preguntar, intrigado. - Con esa maquinaria debería bastar seguramente.
La mecánica de corta estatura se echó hacia delante sobre su
asiento, apoyando las manos en ambos reposaderos y marcando los músculos de sus
hombros y espalda, acostumbrados al esfuerzo físico, por debajo de la camisa.
-Pues que eran
descartes de una hilatura, el conjunto medía 34 pies de largo, !y pesaba 6
toneladas!
-Oh. Entiendo.
Los demás volvieron a reír. En esta ocasión, el único que no
había hablado aún intervino.
-Estoy seguro
de que el mariscal no tenía intención de ofender, Roberta. - Miró a ambos
conciliador. - Todos aquí hemos enfrentado problemas complejos en más de una
ocasión. - Alzó casualmente su mano derecha, cuya historia ya conocían los
demás.
-Gracias, Herr
Folkvanger, muy cierto, muy cierto. - El viejo se volvió hacia ambas mujeres y
se inclinó aparatosamente a la vez que se levantaba brevemente. - Les ruego
disculpen la falta de cortesía de este viejo.
-No se
preocupe, mariscal Stenovic. No sería la primera ni la peor ocasión en que un
hombre me pone en una situación comprometida. - La mirada de madame
Cherneshevsky y el discreto movimiento para asegurarse de que no había nadie
más cerca de ellos, les decía que iba a ser una confidencia que no debería
contar pero que de todas formas iba a relatarles. - ¿Recuerdan ustedes al
último Duque de Oro?
-Claro,
incluso tuve la ocasión de conocerle antes de jubilarme. Un personaje curioso,
algo obsesivo. Reconozco que no me sorprendió demasiado la forma en que acabó.
- Mutti y Folkvanger asintieron, corroborando las palabras del hombre mayor.
-El caso es
que vino a verme para proponerme que trabajara con él. ¡Pretendía que yo
modificara un huevo de Fabergé para esconder en él un explosivo! Menuda
desfachatez. Tenía en mente, por supuesto, atentar contra el zar. Como pueden
imaginar, le dí largas y avisé de inmediato al servicio secreto imperial.
-Ah, eso
explica lo que le pasó entonces. - El viejo inspiró hondo y se hinchó como una
paloma. - Qué orgullo y alegría ver que es usted una fiel defensora del orden
tradicional, mi querida dama.
Madame Cherneshevsky soltó una risa elegante pero muy sonora a
la vez que volvía la cara de nuevo para mirar a su alrededor, bajando ahora la
voz.
-¿Monárquica yo? Me ha
malinterpretado usted, mi querido mariscal, el principal motivo para negarme
fue que no podía permitir que alguien destrozara una obra de arte, ni yo ni
ningún otro. - Ladeó la cabeza con picardía al ver el gesto de sorpresa en los
demás. - Además, la zarina organiza unas fiestas espléndidas, lamentaría no
poder volver a casa de los Romanov.
En esta ocasión sólo Folkvanger se rió, aunque por lo bajo,
conocedor del gusto por las fiestas de la alta sociedad de la profesora
invitada por el Instituto para compartir su experiencia durante ese año.
-Veo que tú me
entiendes, Kassius. - La dama y él eran ya amigos desde hacía unos años. - Eso
fue poco antes de que llegaras a San Petersburgo con Hans, que en paz descanse.
Tengo entendido que este autómata te lo cedió él, ¿no? - Señaló a la máquina
humanoide que se encontraba de pie tras del sofá del ingeniero.
-En efecto,
Ruriek fue un regalo del profesor Linge, aunque desde entonces le he hecho unas
cuantas mejoras. - Le guiñó el ojo.
-¿Como cuáles?
- La curiosidad de mecánica de Roberta Mutti saltó sin pedir permiso a la
palestra.
-Bueno,
últimamente he estado refinando su cerebro para darle una suerte de iniciativa.
- Gesticuló de forma vaga con las manos. - Estuve jugando con la ampliación de
su percepción del contexto y la realización de conexiones espontáneas entre
conceptos de su base de datos interna mediante un mecanismo de aleatorización.
- Se mordió el labio inferior. - No está aún donde pretendía llevarle, pero
estas modificaciones han provocado que aparezcan una serie de guiños
inesperados, como por ejemplo,...
En ese momento llegará el camarero a preguntarles si estaba
todo en orden y recoger el juego de té.
-¿Desean que les traiga algo más?,
¿quizá algo de pastel de zanahoria?
De repente, antes de que ninguno respondiera, Ruriek se puso en
marcha y se acercó al muchacho con la bandeja, poniendo suavemente una mano
sobre su hombro.
-A mí si es
tan amable, tráigamente un bocadillo de tuercas, joven.
Tras el momento inicial de sorpresa y silencio, ambas mujeres
se rieron ruidosamente, acompañadas luego por el mariscal. Todos miraban no al
autómata, sino a su dueño.
-Como iba
diciendo, guiños inesperados. - Sonrió disfrutando de lo oportuno del momento.
- El más habitual de los cuales es una especie de sentido del humor.
Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo. Si queréis leer más de él, buscad los relatos de Eric Rohnen en el Blog de Steampunk Madrid!