la memoria de un pincel

la memoria de un pincel

jueves, 15 de diciembre de 2016

Un Sabotaje Refrescante

  Como algunos ya sabéis, soy una lectora empedernida de los relatos de un amigo. Esta vez hemos trabajado juntos para el último relato. Aquí va nuestro pequeño proyecto común:

      "Un chorro de agua se elevó triunfante en vertical, compacto y con bastante presión aún, al otro lado de la ventana. Unos metros más arriba colapsó abriéndose como una palmera y salpicando la sobria y austera fachada del edificio de la Compañía de Aguas de Dresde, conocida popularmente como el Canal de Semper por el arquitecto civil que sentó sus bases. Cuando el líquido alcanzó la calle tres pisos más abajo en forma de lluvia, los gritos de alegría de los chiquillos que habían salido para disfrutar de aquella diversión alcanzaron los cristales de la sala donde la joven Victorique Leclerc estaba sobrellevando con aplomo y casi indiferencia un aburrido interrogatorio.

-¿Pero usted cree que eso es normal, señorita? - La voz de aquel burócrata sonaba contenida a pesar de que el dedo apuntando al exterior era claramente acusador. Ella le dirigió una mirada inexpresiva que el hombre recibió con frustración. - ¡Inaceptable es lo que es! ¡Y altamente irresponsable! - No estaba consiguiendo amedrentarla en absoluto.

Otra de las bocas de riego cercanas abrió repentinamente su válvula principal y proyectó un surtidor hacia el cielo unas cuantas casas más abajo. Tan pronto alcanzó su máxima altura se cortó en seco, y siguiendo una coreografía cuidadosamente estudiada, otros dos tomaron el relevo más allá, en extremos opuestos del muro de piedra y acero que cercaba la Escuela Independiente de Alta Enseñanza, como si ésta hubiera instalado fuentes decorativas. Toda la ciudad estaba equipada ahora con ellas gracias a Victorique.

Un autómata con su traje de mayordomo entró en el despacho en el que estaban y se quedó estático en un rincón tras dejar una carpetilla sobre una mesa auxiliar. Era de los que no podían hablar, un modelo dorado de manufactura napolitana altamente especializado en protocolo, de los que gustaban los aristócratas. Ella apartó la vista del espectáculo en la calle y sonrió socarrona en la silla.

-Ciertamente no es normal, Monsieur Gleiser, las temperaturas que hemos sufrido a lo largo de este verano son preocupantes. - Su pronunciación estaba bastante influenciada por su lengua materna. - Es una suerte que alguien haya decidido aliviar la situación, ¿no cree? - Señaló por encima del hombro hacia la amplia ventana tras la cual los chiquillos corrían de un surtidor a otro con gritos y risas tan pronto aparecían, en lo que se había convertido rápidamente en un juego para ellos. - Por lo que oigo, la idea ha sido bien recibida por la ciudadanía.

-¡Guárdese sus comentarios ingeniosos, señorita Leclerc! - Se estiró tras el nuevo exabrupto, más indignado que enfadado, y recogió los papeles que le había traído su sirviente. - Sabe perfectamente que esto tendrá consecuencias. - La miró con seriedad, apretando los documentos. - Y a pesar de eso, ha venido usted directamente a entregarse y ha confesado ser la autora de tan despreciable sabotaje.

-Porque veía que no habían puesto remedio desde la Compañía a pesar de haber dispuesto de un día y una noche completos para ello, empezaba a preocuparme por la imagen de ustedes. - Se inclinó a un lado para hacer contacto visual con el autómata. - ¿Sería tan amable de traerme una taza de café, por favor?

-¡No! - Franz Gleiser se volvió en redondo para anular la orden dada antes de que la máquina se pusiera en marcha obediente, pero el gesto sardónico en la redondeada cara de Victorique le hizo titubear. - Que sean dos. - Y luego mirando a la chica a los ojos. - Pero sólo si me explica por qué lo ha hecho.

Ella hizo ver que se lo pensaba llevándose un dedo a los labios con bastante teatralidad. Finalmente accedió con un asentimiento, cuando el mayordomo mecánico ya había salido.

-Estaba intentando poner a prueba el sistema, Monsieur Gleiser.

Éste seguía de pie, ahora hojeando los documentos uno tras otro, con aire concentrado.

-¿Con qué finalidad haría eso? - Levantó la vista sólo un instante para mirar por encima de los cristales de sus gafas antes de seguir hablando. - Es mi responsabilidad mantener todo en funcionamiento y en perfecto estado por si se declara un incendio; al haber afectado a las bocas que usan los bomberos, ha puesto usted en peligro a toda la ciudad. - Bajó los papeles. - No me puedo creer que sea usted tan irresponsable y tan necia como para no entender eso.

Victorique suspiró. Aquel hombre no iba a entenderla dijera lo que dijera, pero quizá si alargaba el interrogatorio todavía conseguiría lo que quería. Le pareció ver el sello del Instituto en uno de los documentos, y eso le dio esperanzas. Quizá aún saliera todo como ella esperaba. Intentó seguir confundiendo a Gleiser un rato más, tentando la suerte.

-Las calles son ríos que devuelven el agua al Elba, de donde el Canal la toma corriente arriba en cualquier caso. Todo está tan empapado que no hay manera de que algo prenda fuego. Relájese. - El surtidor de la fachada detrás de ella volvió a izarse con fuerza y a caer sobre los niños. - Además, en el caso de que fuera necesario usar el sistema, de la forma sincronizada en que se producen las descargas no hay una pérdida de presión apreciable en las conducciones, me aseguré de ello. Y usted también lo sabe, Monsieur, la ciudad no está en riesgo. Lo que no acepta es que les haya dejado en evidencia, ¿verdad? - Le dedicó una sonrisa angelical e inocente que consiguió el efecto deseado, desquiciar de nuevo a aquel caballero.

-¿¡Pero se puede saber por qué se lo toma a broma!?¿No se da cuenta del problema en que se ha metido? - Agitó la carpetilla que tenía en la mano y luego la plantó no muy delicadamente en la mesa que se encontraba entre ambos. - No va a salir fácilmente de ésta, ¿me entiende? El Instituto nos ha indicado que había presentado usted candidatura para realizar su tesis en hidráulica avanzada con el profesor Havilland. ¿Qué cree que decidirán cuando se enteren de esto? - Eso es precisamente lo único que preocupaba a la chica. - Porque, y esto puedo garantizárselo sin el más mínimo atisbo de duda, se van a enterar si es que no lo saben todos allí ya. - Clavó un dedo en el fajo de documentos, confirmando su sospecha.

De repente, la puerta del despacho se abrió sin previo aviso y una mujer de rostro serio y vestido gris oscuro y largo apareció bajo ella. Su cabello rubio iba recogido por detrás en un peinado elaborado típico de los Países Bajos, haciéndole aparentar mayor edad de la que tenía en realidad. Victorique perdió en parte el color al momento, reconociendo a la cabeza del departamento al que había solicitado acceder como investigadora. Por fin había llegado la hora de la verdad tras tanto preámbulo.

-Señorita Waas - Gleiser se acercó apresuradamente y le dedicó un saludo cortés, reverencia y beso en la mano incluidos, pero ella no perdió su gesto adusto. - Gracias por venir con tan poca antelación.

-Franz, necesito unos minutos a solas. - La recién llegada no demostró haberse percatado del habla untuosa del burócrata. En su lugar, le encaró bajando algo la vista hacia él. - ¿Puede esperar fuera, por favor?

El oficial se mostró confuso, intentando resistirse a que le echaran de su propio despacho pero sin poder presentar oposición dado el tono de voz empleado. Le dedicó una última mirada a Victorique, y se ausentó excusándose ante Chloe Waas. Ésta, que además de ejercer en su puesto docente en el Instituto también era consultora habitual para el Canal de Semper, tomó asiento frente a la joven, que trató de mantenerse serena. Cambió el alemán por el francés, pero no perdió su frialdad.

-¿Sabe por qué he venido? - Asintió. - Bien. - Su voz acerada no le iba a dar un respiro, y lo demostró ordenando sin mayor preámbulo. - Va a emitir una disculpa formal a la Compañía por esto. Va a elaborar una disertación sobre cómo lo ha hecho y cómo se puede prevenir para que nadie lo repita, y por supuesto tendrá que presentarla ante todo el departamento de planificación y control de la red de aguas. - Vio su aire contrariado y añadió, mucho más inflexible de lo que sus palabras daban a entender. - O si lo prefiere puede hacer frente a una cuantiosa multa y regresar a Toulouse. - Un nuevo asentimiento, más rápido y pronunciado de lo necesario, fruto del miedo. La holandesa tenía perfectamente claro lo que había venido a decir, y la chica temía lo que aún no le había comunicado. La estudiante notaba sus manos congeladas. - Bien. Por si le quedaba alguna duda, señorita Leclerc, Havilland no va a aceptar su candidatura después de este incidente, por supuesto. Dice que es usted demasiado impredecible y temeraria. - La chica maldijo en silencio, entendiendo el error de cálculo cometido, ya que esperaba que su audacia fuera apreciada positivamente por los germanos. Su monólogo acabó con una confirmación. - Igual que opinan todos los demás bajo mi responsabilidad.

La catedrática se levantó sin hacer ruido a la vez que el autómata de Gleiser regresaba y depositaba una bandeja con dos tazas de café sobre la mesa. Victorique se quedó contemplando la bebida sin rastro del descaro que había mostrado anteriormente, sabiéndose derrotada. Una levísima sonrisa cruzó la boca de Waas antes de desaparecer sin que la chica se percatara en absoluto.

-Tiene usted talento, señorita Leclerc, y sería una pena que se desperdiciase o peor aún, que se emplease con malas intenciones. - La estudiante francesa levantó la cabeza con brusquedad. Waas hizo una pausa deliberada, cruzando la mirada con ella. Pareció satisfecha de que no le rehuyera, y con un atisbo de sonrisa sentenció. - La espero al inicio del semestre, yo misma dirigiré su tesis. - Y sin añadir nada más, se dió la vuelta y salió del despacho.

El programa creado para su sabotaje eligió aquel instante para abrir a la vez todas las válvulas de la calle, y luego nuevamente, en varias pulsaciones sucesivas cada vez más cortas, para acabar la rutina de apertura con una explosión simultánea de máxima presión que hizo que lloviera literalmente sobre todos los transeúntes y vehículos.

Victorique se quedó allí en silencio, respirando hondo varias veces, tratando de calmarse. Tomó un sorbo de su café elevando la taza con manos progresivamente menos temblorosas, y permitiéndose un mueca de alegría se dijo a sí misma que tanto trabajo había merecido la pena después de todo. En la calle los niños y su alborozo estaban muy de acuerdo con ella."

lunes, 3 de octubre de 2016

Bocata de Tuercas

   Siempre me he considerado amante de la buena lectura. Me gusta leer de todo, adoro el género de terror y de misterio, pero lo que más me gusta leer es género fantástico y de aventuras. Hace poco descubrí que un buen amigo se animó a escribir relatos para el blog de Steampunk Madrid y he de decir que me he convertido en la fan número uno. Sus relatos son intensos, divertidos, apasionantes y enganchan como pocos. Sus personajes tienen tal carisma y personalidad que proyectan una imagen detallada casi al milímetro sin necesidad de una descripción física.

   Dichos relatos me inspiran mucho para dibujar. La mayoría de lo que he dibujado hasta ahora son sólo bocetos de algunas de las escenas que más me han gustado; he aquí la única ilustración que he completado (por el momento). Más abajo podéis leer el relato en el que está inspirado, así como el link al blog de Steampunk Madrid en el que se puede leer la publicación original.




(Eric Rohnen)

El viejo caballero se aclaró una vez más la garganta y terminó su explicación:

-Total, que cuando me quise dar cuenta, llevaba horas enfrascado en ello y seguía sin conseguir que la vieja tetera de mi tía funcionara como era debido, ¡pero con todo lo que le había hecho, al menos ahora servía para preparar unos gofres deliciosos!

El resto de los presentes rió la ocurrencia preguntándose qué tendría de realidad y qué parte eran imaginaciones del mariscal Stenovic, que solía pasar días enteros en la sala común del Instituto compartiendo recuerdos inverosímiles con cualquiera que se pusiera a tiro. En esta ocasión tenía tres acompañantes, descontando al autómata sirviente de uno de ellos, el cual esperaba pacientemente de pie cerca de su amo.

            -No imaginaba que ocurrieran esas cosas durante los ejercicios de campo de su regimiento de fusileros pneumáticos, mariscal. - La alta voz de madame Cherneshevsky, con su acento eslavo, contrastaba con la vacilante y rasposa habla del militar retirado. Sus ojos azules se clavaban en cualquiera que recibiera su atención.

            -Uy, si yo le contara, milady. - Volvió a toser con un puño ante la boca. - Un hombre tiene que hacer frente a los retos allá donde se presenten, y además…

            -Me disculpará si le interrumpo, mariscal, pero me veo obligada a añadir que no sólo los hombres. - La menuda jovencita de pelo moreno corto y pantalones de taller con tirantes alzó una mano para acompañar sus palabras desde su sillón, enfrente al del viejo. - Sin ir más lejos, yo tuve que arreglar hace unos meses el carrillón del reloj de la torre del ayuntamiento de Módena de prisa y corriendo con lo que tenía a mi alcance, que era únicamente un juego de levas en su eje y una reductora de velocidad múltiple.

            -Hummm, ¿y cuál era el reto, señorita Mutti? - El mariscal parpadeó repetidamente al preguntar, intrigado. - Con esa maquinaria debería bastar seguramente.

La mecánica de corta estatura se echó hacia delante sobre su asiento, apoyando las manos en ambos reposaderos y marcando los músculos de sus hombros y espalda, acostumbrados al esfuerzo físico, por debajo de la camisa.

            -Pues que eran descartes de una hilatura, el conjunto medía 34 pies de largo, !y pesaba 6 toneladas!

            -Oh. Entiendo.

Los demás volvieron a reír. En esta ocasión, el único que no había hablado aún intervino.

            -Estoy seguro de que el mariscal no tenía intención de ofender, Roberta. - Miró a ambos conciliador. - Todos aquí hemos enfrentado problemas complejos en más de una ocasión. - Alzó casualmente su mano derecha, cuya historia ya conocían los demás.

            -Gracias, Herr Folkvanger, muy cierto, muy cierto. - El viejo se volvió hacia ambas mujeres y se inclinó aparatosamente a la vez que se levantaba brevemente. - Les ruego disculpen la falta de cortesía de este viejo.

            -No se preocupe, mariscal Stenovic. No sería la primera ni la peor ocasión en que un hombre me pone en una situación comprometida. - La mirada de madame Cherneshevsky y el discreto movimiento para asegurarse de que no había nadie más cerca de ellos, les decía que iba a ser una confidencia que no debería contar pero que de todas formas iba a relatarles. - ¿Recuerdan ustedes al último Duque de Oro?

            -Claro, incluso tuve la ocasión de conocerle antes de jubilarme. Un personaje curioso, algo obsesivo. Reconozco que no me sorprendió demasiado la forma en que acabó. - Mutti y Folkvanger asintieron, corroborando las palabras del hombre mayor.

            -El caso es que vino a verme para proponerme que trabajara con él. ¡Pretendía que yo modificara un huevo de Fabergé para esconder en él un explosivo! Menuda desfachatez. Tenía en mente, por supuesto, atentar contra el zar. Como pueden imaginar, le dí largas y avisé de inmediato al servicio secreto imperial.

            -Ah, eso explica lo que le pasó entonces. - El viejo inspiró hondo y se hinchó como una paloma. - Qué orgullo y alegría ver que es usted una fiel defensora del orden tradicional, mi querida dama.

Madame Cherneshevsky soltó una risa elegante pero muy sonora a la vez que volvía la cara de nuevo para mirar a su alrededor, bajando ahora la voz.

-¿Monárquica yo? Me ha malinterpretado usted, mi querido mariscal, el principal motivo para negarme fue que no podía permitir que alguien destrozara una obra de arte, ni yo ni ningún otro. - Ladeó la cabeza con picardía al ver el gesto de sorpresa en los demás. - Además, la zarina organiza unas fiestas espléndidas, lamentaría no poder volver a casa de los Romanov.

En esta ocasión sólo Folkvanger se rió, aunque por lo bajo, conocedor del gusto por las fiestas de la alta sociedad de la profesora invitada por el Instituto para compartir su experiencia durante ese año.

            -Veo que tú me entiendes, Kassius. - La dama y él eran ya amigos desde hacía unos años. - Eso fue poco antes de que llegaras a San Petersburgo con Hans, que en paz descanse. Tengo entendido que este autómata te lo cedió él, ¿no? - Señaló a la máquina humanoide que se encontraba de pie tras del sofá del ingeniero.

            -En efecto, Ruriek fue un regalo del profesor Linge, aunque desde entonces le he hecho unas cuantas mejoras. - Le guiñó el ojo.

            -¿Como cuáles? - La curiosidad de mecánica de Roberta Mutti saltó sin pedir permiso a la palestra.

            -Bueno, últimamente he estado refinando su cerebro para darle una suerte de iniciativa. - Gesticuló de forma vaga con las manos. - Estuve jugando con la ampliación de su percepción del contexto y la realización de conexiones espontáneas entre conceptos de su base de datos interna mediante un mecanismo de aleatorización. - Se mordió el labio inferior. - No está aún donde pretendía llevarle, pero estas modificaciones han provocado que aparezcan una serie de guiños inesperados, como por ejemplo,...

En ese momento llegará el camarero a preguntarles si estaba todo en orden y recoger el juego de té.

-¿Desean que les traiga algo más?, ¿quizá algo de pastel de zanahoria?

De repente, antes de que ninguno respondiera, Ruriek se puso en marcha y se acercó al muchacho con la bandeja, poniendo suavemente una mano sobre su hombro.

            -A mí si es tan amable, tráigamente un bocadillo de tuercas, joven.

Tras el momento inicial de sorpresa y silencio, ambas mujeres se rieron ruidosamente, acompañadas luego por el mariscal. Todos miraban no al autómata, sino a su dueño.

            -Como iba diciendo, guiños inesperados. - Sonrió disfrutando de lo oportuno del momento. - El más habitual de los cuales es una especie de sentido del humor.



   Espero que lo hayáis disfrutado tanto como yo. Si queréis leer más de él, buscad los relatos de Eric Rohnen en el Blog de Steampunk Madrid!

sábado, 30 de abril de 2016

Concurso Steampunk en Expomanga Madrid

Este fin de semana es el Expomanga en Madrid. El sábado Steampunk Madrid organiza un concurso de cosplay. Se trata de hacer una versión steampunk (o sus derivadas) de un personaje, ya sea de cómic, de película, de novela, etc.
A mi me encargaron parte del cartel. En concreto tenía que hacer dos ejemplos de lo que se pide en el concurso. Decidí hacer la versión Tesla de Ironman y la versión victoriana de Lulu, personaje de Final Fantasy. Aquí el cartel completo: